La noche que fusilen poetas y canciones,
por haber traicionado, por haber corrompido,
La música y el polen, los pájaros y el fuego,
quizás a mí me salven estos versos que digo.
Digo La Mazamorra Antonio Esteban Agüero
La mañana cruzo con paso firme
El sendero envuelto de pájaros y sol
Su saludo fue sonrisa aniñada
Un azorado silencio le indicaba el compás
Blanco y disperso, tenaz…
En mi pena un murmullo tardío
En su cuerpo banderas de nostalgia
Costumbre de su forma
Contrayéndose en el lecho
Asomando impaciente a la llamada
Su boca decidida aleja el miedo
Y su salvaje besar curva la agonía
Matinal presencia de su gesto leve
No obstante su certero artificio
Los pájaros y el sol anudan y ocultan mi pregunta
Sentí miedo
Y regrese a la demencia
Temía no estar, no ser más que un fragmento de atmósfera
Una daga, una cabeza con dolores y angustias
Y mi corazón sin rejas y al viento
Mi corazón volcado como una medianoche
Mi corazón de efímeros tiempos y bordes de milagros
Será siempre el mismo espejo…
Donde se agiten las palabras en las que ya no creo
Y se pierdan las otras…
Aquellas en las que nunca he creído
Un espejo de virtudes malsanas
Para salvaguardarme de pasos acechantes
De desacertadas doctrinas
Y si aún siento miedo
Mi corazón se lanzará a los abismos de la vida
Anudándose en los espejos del todo-nada
Mi pobre corazón dolido…
Caerá en precipicios
Hasta despojarme de lo que no sea imagen de mi sangre
Se hundirá en las palabras en las que todavía puedo creer
Embestirá el frio de la espada
Y desconsolado y roto
Se reflejara en los espejos de la muerte
Y ya entonces…
No tendré porque temer